martes, 23 de agosto de 2011

El “Mar del diablo” o “Triángulo del Dragón”


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Un lugar más temible que “El triángulo de las bermudas”.

Se ha escrito mucho sobre el “Triángulo de las Bermudas” y los inexplicables y misteriosos sucesos que lleva asociados, sin embargo, al otro lado del mundo, existe una zona de características “parecidas” y mucho menos conocida llamada el “Triángulo del Dragón” o “Mar del Diablo”.
Hace ya mil años que los japoneses tienen conciencia de esta peligrosa zona. La han llamado Ma-no Umi: el Mar del Diablo. Durante años los marineros han atribuido las repetidas pérdidas de pesqueros a demonios marinos, agitados dragones que suben a la superficie del océano para apoderarse de los barcos y arrastrarlos con sus tripulantes a sus guaridas submarinas.
El Triángulo del Dragón sigue una línea que va desde el oeste de Japón, al norte de Tokio, hasta un punto del Pacífico y vuelve por el este, pasando por las Islas Ogasawara y Guam para subir, de nuevo, hacia Japón. al igual que el de las Bermudas, forma un patrón triangular. Partiendo del oeste de Japón, al norte de Tokio, sigue una línea hasta un punto del Pacífico que se encuentra a unos 145 grados de latitud este. Ambos se encuentran en los 35 grados de latitud oeste y este respectivamente. Pero las semejanzas no terminan aquí, ambas zonas se sitúan en el extremo oriental de las masas continentales, en la caída hacia aguas profundas donde el mar se ve arrastrado por fuertes corrientes encima de zonas volcánicas activas.
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Se trata de una zona de gran actividad sísmica, con un fondo marino en continua transformación y fosas de 12.000 metros de profundidad. Islotes y masas de tierra emergen y desaparecen antes de poder ser cartografiadas. Hay cartas de navegación en las que marinos experimentados han incluido trozos de tierra en los que han desembarcado y que ya no existen.
Desde hace miles de años los habitantes de la zona la han calificado como extremadamente peligrosa porque se han producido múltiples desapariciones y sucesos muy extraños. Una larga lista de embarcaciones pesqueras, grandes buques de la armada y aviones de todo tipo han desaparecido junto con toda su tripulación desde hace más de mil años. Tanto los testimonios de supervivientes, como las últimas comunicaciones de los que no volvieron, apuntan a fallos en los sistemas de navegación, distensiones espaciotemporales y desviaciones de la consciencia de los tripulantes. Se ha comprobado que la actividad magnética de la zona es superior, junto con la del triángulo de las Bermudas, a cualquier zona del globo. Pero lo que nadie puede asegurar es que esta sea la causa de las desapariciones.
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Las narraciones más antiguas hablan de dragones que surgen de las profundidades para tragarse naves o islas y que se vuelven al fondo del mar sin dejar ni rastro.
Según una leyenda japonesa, existe bajo el “Mar del Diablo”, un reino donde el tiempo se halla detenido, también habla de barcos fantasmagóricos que aparecen repentinamente como si subieran de las profundidades para desaparecer al cabo de un momento.
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Despertó el interés mundial científico y naval cuando se empezó a informar de barcos patrulla, pesqueros y aviones que se desvanecían sin dejar rastro de naves y tripulación.
El gobierno japonés, en su afán por saber el motivo de la pérdida de barcos y personas, financió en 1955 un buque de investigación, el “Kaio Maru 5” ,  para estudiar el Mar del Diablo. Pero el barco desapareció con todos los científicos que integraban la expedición, lo que llevó al gobierno japonés a etiquetar la zona como “oficialmente” peligrosa.
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Fue a finales de la década de los sesenta cuando se empezaron a establecer conexiones con el Triángulo de las Bermudas. En Japón, obviamente, las historias sobre desapariciones de barcos en la zona eran muy conocidas pero rara vez saltaban a la prensa internacional.
Son numerosos los testigos de avistamiento ovni en esta zona del Pacífico. Al igual que en las Bermudas la actividad de naves extraterrestres es enorme. Algunas personas barajan la posibilidad de la existencia de una gran base extraterrestre en las profundidades del océano (las fosas alcanzan los 12.000 metros de profundidad), ellos provocarían las anomalías magnéticas y secuestrarían los navíos, pero… ¿con que finalidad?.
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La otra teoría apunta a una conectividad entre los polos magnéticos de los dos triángulos que provoca una brecha espaciotemporal. La realidad es que existen dos zonas en la Tierra en las que naves enormes desaparecen sin dejar rastro junto a toda su tripulación, y jamás vuelven a dar señales de vida.
Este triángulo y once más fueron señalados por el investigador y biólogo Iván Sanderson y sus colaboradores. El grupo estaba formado por científicos especializados en distintas disciplinas: geólogos, meteorólogos, físicos, astrónomos, etc. Según ellos, existen en el planeta doce zonas de grandes perturbaciones geomagnéticas. Dos de ellas son los Polos y las restantes son todas marítimas. Se encuentran repartidas muy regularmente: cinco de ellas alrededor del paralelo 30 grados de latitud norte, y otras cinco en el paralelo 30 grados sur. Están separadas por distancias de 72 grados en cuanto a longitud
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En el año 1989, Charles Berlitz publicó un libro llamado “The Dragon’s Triangle “(El Triángulo del Dragón) en el que afirma que esta región del Pacífico alrededor de la isla Miyake (Japón), más o menos a 100 kilómetros del sur de Tokio, es una zona altamente peligrosa y mucho más misteriosa que el famoso Triángulo de las Bermudas. Describió todo tipo de fenómenos y desapariciones aunque muchas de ellas han sido refutadas oficialmente por incorrectas o, incluso, falsas,
Todavía hoy, a pesar de todo tipo de explicaciones más o menos científicas, incluyendo, raptos, agujeros negros, “puertas dimensionales”, abducciones, tornados, maremotos, olas gigantes, experimentos militares… incluso fraudes a compañías de seguros, el misterio sobre lo que verdaderamente ocurre en esta zona permanece sin explicación.
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En cualquier caso, parece que un número significativo de barcos y aeronaves han desaparecido bajo circunstancias inusuales y resulta escalofriante la coincidencia del alto número de desapariciones en unas determinadas zonas del planeta, casi siempre sin dejar rastro.
La única explicación que nos queda es que existen misterios que la naturaleza se resiste a desvelar.

Viuda golosa se come las cenizas de su difunto esposo

 

Mi esposo era el mejor… y el más sabroso

Si es que a veces, estas cosas de la muerte acaban por unir más que por separar. Ya lo vimos hace un tiempo con el caso de este simpático vietnamitaque desenterró a su señora esposa y durmió con su cadáver durante cinco años. Hoy la cosa va un poquito más allá y os contamos el caso de una tal Casie, que le ha cogido el gustillo a eso de comerse las cenizas de su esposo, y para más Inri, va y se lo cuenta a todo el mundo.
La cosa es que el buen hombre falleció no hace mucho de un ataque de asma y Casie, su actual viuda y comensal, quedó muy afligida por la pérdida. Tal era su amor por el difunto que no quiso separarse de él, y allá que iba con sus cenizas a todos lados; de compras, de paseo, al médico, al cine… y claro, tanto va el cántaro bajo el sobaco de la viuda que al final se abre. Y así fue que un buen día acabaron unas pocas cenizas en las manos de la viuda y claro, lo normal en estos casos… se las chupeteó y descubrió que le gustaba.
Según afirma la señora, las cenizas tienen sabor a “huevos podrido, arena y papel de lija” y sin embargo le resulta tan sabrosa que no puede parar.
Y así va la cosa, por el momento parece ser que ya se ha merendado un cuarto del tarro mientras acude a terapias en busca de una solución para sus nuevos gustos. ¿Será amor, será gula? Lo único seguro es que el marido probablemente jamás imagino donde reposarían sus restos.
Quizás, y solo quizás, lo que le hace falta a esta mujer son unas buenas vacaciones en Varanasí.

viernes, 19 de agosto de 2011

El extraño caso de Lauren Johnson, la niña que estornuda 7000 veces al día



Estornudo psicógeno intratable

¿Pueden imaginar por un momento lo que sería pasarse un día entero estornudando cada 8 segundos? ¿Y dos días? ¿Y tres semanas?… Pues eso es lo que le ocurre a la pequeña Lauren Johnson. Un extraño caso que tiene perplejos a sus padres y a los médicos.
Todo comenzó a finales de octubre, cuando Lauren Johnson, una niña de 12 años que vive en Virginia, se recuperaba de un resfriado. Un día se levantó y, sin motivo aparente, comenzó a estornudar de forma continuada con un ciclo de unos 16 estornudos por minuto.
“Es muy frustrante”, dijo Lauren al “Good Morning America”, estornudando cuatro veces antes de conseguir terminar la frase.
Los médicos, aunque tienen muchas teorías, no encuentran solución alguna para atajar el problema de la pequeña que, por el momento, no puede ir a la escuela y se pasa el día esperando a caer rendida y dormirse, puesto que sus estornudos tan solo cesan durante el sueño.
Su madre Lynn Johnson ha acudido a un sinnúmero de médicos e incluso a un hipnoterapeuta, pero por el momento nadie ha sido capaz de ayudar a su hija. En las exploraciones, ningún especialista ha encontrado nada fuera de lo común y los terapeutas tampoco han encontrado ninguna razón psicológica para los estornudos.
El alergista Dr. Clifford Basset opina que la condición es extremadamente rara, pero que puede ser provocada por cientos de causas, incluyendo alergias, problemas de sinusitis o tumores en las fosas nasales.
Otro grupo de médicos sugieren que Lauren puede estar sufriendo algo llamado “estornudo psicógeno intratable”, un síndrome que se ha identificado en unas 40 personas en todo el mundo. Según estos médicos, el estornudo de Lauren no es un estornudo real, al ser nasal se trata más de un tic involuntario. De ser así, los padres de Lauren deberán de llevarla a centros especializados donde se profundizará en la raíz psicológica del problema, puesto que en su gran mayoría, los tics suelen tener un origen psicológico más que físico.
Por el momento, y desde el 1 de noviembre, contando que Lauren duerme unas ocho horas al día, continúa estornudando entre 6000 y 7000 veces al día.

Edgar Müller, arte callejero en 3D


El artista que consigue engañar al ojo.

Edgar Müller (también escrito Mueller) es un artista alemán, maestro en una técnica pictórica llamada “anaformismo”,  que consiste en engañar a la vista jugando con la perspectiva y otros efectos ópticos. Esta es la especialidad de este artista callejero.
Nacido en 1968, a los 16 años se presentó por primera vez en una competencia internacional. A los 19 ganó el primer premio con una reproducción de Caravaggio, “Jesús de Emmaus”. A través de estas competencias obtuvo una fama que lo llevó a recorrer Europa y, también, consiguió el título de “maestro madonnari” que muy pocos artistas han conseguido.










door to hell in Darvaz 1

La puerta del diablo

Este lugar en Uzbekistán es llamado por los vecinos “la Puerta al diablo”. Está situado cerca de la pequeña ciudad de Darvaz. Los geólogos se encontraban en la zona haciendo perforaciones en busca de yacimientos de gas. Entonces en una de esas perforaciones encontraron  una caverna subterránea, la caverna, de la cual no se supo la profundidad total, estaba llena de gases tóxicos. Para que esos gases no salieran al exterior decidieron encenderlos, pensando que su combustión sería algo efímero y que al terminar esta podrían seguir con la exploración de la caverna. Pero de eso hace ya 35 años y los gases todavía siguen en llamas. ¿Será esta una de las puertas al inframundo?
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Píxeles apocalípticos

Me encanta el trabajo de este hombre. Por algún motivo que no me atrevo a explicar siempre me han atraído en gran modo las ilustraciones apocalípticas o catastróficas y, sin duda alguna, Steve McGhee se merece un puesto de honor entre los ilustradores que tocan esta temática, tan de moda en los últimos tiempos.
Desde los años 90 el cine y la ciencia han alimentado al subconsciente colectivo con un final inminente de la humanidad conocida. Los motivos o antecedentes son de lo más variopintos y van desde una tercera guerra mundial hasta el impacto de un gigantesco meteorito, pasando por tormentas solares que nos devolverían a la edad de piedra o un cambio climático que cubriría de hielo el planeta por unos cuantos millones de años, por no hablar de agujeros negros o invasiones extraterrestres.
Al final, independientemente del origen del fin, los últimos días de nuestra civilización serían más o menos iguales, con tsunamis e inundaciones que arrasarían medio mundo, explosiones por doquier y unos valores sociales que se esfumarían a las primeras de cambio en el sálvese quien pueda.
Con estas premisas, el ilustrador canadiense Steve McGhee, intenta plasmar en sus trabajos la foto de la noticia de ese  último y fatídico día del juicio final. Según él, a la hora de llevar a cabo uno de sus trabajos, intenta recordar como vio o vivió las imágenes en televisión de alguna tragedia pasada y llevar al papel, o al pixel, esa peculiar retransmisión futura.
Aunque no todo son desastres en la vida de McGhee, ya que en “Monster”, su propia empresa de diseño, se tocan todos los palos en tema de publicidad y marketing. Se podría decir que esto de los desastres es su hobbie, aunque según confiesa, su verdadero sueño sería trabajar en el cine y, cómo no, dar a sus obras una tercera dimensión.
Os dejo la dirección de su página personal, aunque parece ser que está caída y con problemas y no funciona en estos momentos.

El misterio de los 3 astronautas que murieron sonriendo


Los 3 tripulantes del Soyuz XI que aterrizaron muertos y sonriendo.

El 30 de junio de 1971, la nave espacial soviética Soyuz XI puso a funcionar su sistema automático de aterrizaje, después de permanecer 24 días en el espacio. En la base se sintieron satisfechos a pesar de que en los últimos minutos habían perdido contacto con los astronautas: Dobrovoisky, Vlokov y Patsayev. En ese momento comenzaría uno de los misterios más comentados de los años 70.
A pesar de haber perdido el contacto al  atravesar la ionosfera, no había por qué preocuparse pues la nave estaba aterrizando según lo previsto. Pero cuando los técnicos abrieron la portezuela de la astronave vieron que los tres tripulantes  sonreían, pero ninguno se movió ni levanto la mano para saludar. Todos estaban muertos.